Este espíritu libre, ha rebuscado sigiloso en el cabal sentido de acontecimientos de nuestras relaciones interpersonales. Una cabeza amoblada de ambicionadas divagaciones conceptuales presencian la oportunidad de mis últimos proyectos.
Un ambiente singularmente cargado de la gran máscara de nuestra naturaleza "armónica disarmónica", se precisan directoras en la más importante escala en pro del desarrollo de nuestro carácter singular como especie.
Valorizando la dura ley de los sexos en nivel temidamente monumental, estos estímulos en precipitaciones violentas y objetivas, pugnan por surgir en la superficie del ímpetu personológico, estrictamente rinden partido al frontal entorno de correspondientes descargas tradicionalistas.
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El amor en las grandes ciudades simboliza la intima mejor aptitud para el orden de la psicografia de nuestra comedia humana, la trama definible de estar en relación con un otro es una descarga neurofisiológica tan emocionante que hasta ennoblece todas nuestras certezas y virtudes en el campo de la voluntad como seres ya totalmente evolucionados, o es a lo mejor que "esa" la unidad apuesta llamada soltería, galanteria "con todos sus magnánimos enjambres" y la dulce calma del alma, son resquebrajados por el volumen categorial de la actividad amatoria. Nos sentimos atacados y desproporcionalmente distintos cuando se plantea la riqueza de esta vivida condición.
Perdemos acaso esa individualidad básica que nos determina como seres humanos y optamos por ser el otro y solo y exclusivamente para el otro; es que cuando asentamos la frenética gramática vivencial en la huida de los cuerpos nos sentimos tan tremendamente psicopatologizados que preferimos sacudir el razonamiento y convertir el suceso de la selección romántica en apoteósico radical defecto de las invalidas emociones. Es que el negocio del amor en Guayaquil es administrado bajo callejones oscuros de una trayectoria en apetitos de ensayos tipográficamente angustiosos en los pliegues del sentido del cuerpo.
Robeto Novoa Olvera